miércoles, 9 de mayo de 2012

TERRITORIO DEL NORTE (PARTE 1) "A través de la Stuart Highway"


TERRITORIO DEL NORTE (PARTE 1)
A través de la Stuart Highway

Dia 1: De Darwin a Litchfield Park
El Top End

Darwin desaparece por el retrovisor. El viento se cuela a través de las ventanas y nos despeina. Sonreímos. Ante nosotros una recta infinita a la que llaman Stuart Highway, una carretera de 3000 kilómetros que cruza el país de norte a sur, nos depara un gran viaje . Y en nuestros estómagos la sensación de empezar de nuevo. 
Conduciendo una furgoneta a través del desierto australiano uno tiene la sensación de que el mundo es un lugar inmenso y desconocido y el ser humano un vulgar accidente. Estamos tan lejos de todo. Los paisajes son inabarcables, no pueden encuadrarse sin más. Y el cielo parece abovedarse sobre nuestras cabezas. Australia es un país enorme, en todos los sentidos. 
Nuestro primer destino es el Parque Nacional de Litchfield, situado a unos 150 kilómetros al sur de Darwin. El parque es, como la mayoría de parques nacionales australianos, gratuito. La primera atracción de que dispone son los Termiteros Magneticos, unas montañas que hacen las termitas. La primera vez que las vemos resultan espectaculares pero más adelante las veremos a menudo a lado y lado de la Stuart Highway.

Encontramos una area de picnic y paramos a comer. La mesa se sujeta al lateral izquierdo de la furgoneta. De la parte trasera sacamos el camping gas y ya tenemos nuestras cocina montada. Comemos un exquisito pollo al chilindrón (una de las especialidades de Carles). Ya nos apetecía cocinar. Al recoger nos damos cuenta de que aquello no era el aera de picnic sino el aparcamiento del area de picnic.
Caminamos un poquito y descubrimos una increíble poza al más puro estilo el lago azul a la que van a parar dos bonitas cascadas. Pues ya tenemos plan para mañana por la mañana.

Acampamos en un camping sencillo pero acogedor dónde por primera vez montaremos las camas, las haremos, y cenaremos calentando sopa en una barbacoa.



Dia 2: De Litchfield Park a Nitmiluk Park
El Outback

Nos despertamos con los primeros rayos de sol. Empieza la actividad: deshacer las camas, doblar las sábanas, guardar los sacos, desmontar las camas, montar la mesa, preparar el desayuno, desayunar, fregar los platos, desmontar la mesa y guardarlo todo.
Antes de irnos nos acercamos a las cataratas que vimos ayer. El lugar es un sitio casi mágico. Una piscina natural coronada por dos cascadas. El agua esta fría, pero el chapuzón bien merece un pequeño esfuerzo.

Después toca ducharse y salir de nuevo a la Stuart Highway. A los pocos kilómetros una luz de motor roto se enciende en el cuadro de luces. Nos preocupamos, aunque la Paqui parece funcionar perfectamente. (La llamamos Paqui cariñosamente, su nombre real es Backpacker, la Backpacki, Backpacki significa que llevas una Paqui a la espalda, ¿no?, pues eso: la Paqui).
Paramos a comer en Pine Creek, un pueblo de dos calles anchas (como todo en Australia), unas cuantas casas y un parque. Allí estacionamos, junto a los lavabos públicos del parque y montamos el chiringuito para comer. El parque está, como es habitual, lleno de aborígenes borrachos. En Australia vivian tranquilamente los aborígenes hasta que llegaron los ingleses y les robaron sus tierras. Ahora el Gobierno lo compensa entregándoles un sueldo vitalicio que ellos invierten, básicamente, en alcohol. La relación entre blancos y aborígenes es la siguiente: no existe relación. Comparten espacios, eso es todo. El único contacto que tienen se produce cuando una cajera de supermercado le echa una bronca a un aborigen por estar enredando o un segurata lo coge por la solapa y lo tira, literalmente, fuera del súper. (Evidentemente esto es una generalización). 

Después de comer volvemos a la carretera. 89 kilómetros después llegamos a Katherine, una ciudad de 8900 habitantes que se extiende alrededor de la Stuart Highway. Paramos a repostar, al súper y buscamos un mecánico para que se mire la luz de motor roto que sigue encendida en el cuadro de luces de la Paqui.
-Eso parece un mecánico.
Una edificación parecida a una gasolinera pero sin surtidores llama nuestra atención. La valla metálica esta abierta. Entramos. Por todos lados piezas de coche parecen haber sido abandonadas a su suerte en este espacio desértico.
-Hello? Hello? Aquí no hay nadie.
Nos perdemos entre herramientas, trapos llenos de grasa, neumáticos y motores desguazados buscando a alguien que nos eche una mano, habrán cerrado. Mañana volvemos.
A pocos kilómetros de Katherine está el parque nacional de Nitmiluk. Nos acercamos hasta allí para buscar un camping donde pasar la noche. Y encontramos uno lleno de canguros. El primer canguro que vemos dispara nuestra emoción, Gemma salta del coche cámara en mano.
-Acercate más, más.
-Es que se asusta.
Y de repente:
-¡Mira! allí hay otro.
-¡Y otro!
-¡Allí otro!
Estamos rodeados. Los canguros no parecen hacernos el menor caso, y si no nos acercamos demasiado ni siquiera parece importarles nuestra presencia. Son animales curiosos, mucho más pequeños de lo que habíamos imaginado. Muy estéticos cuando saltan pero desesperadamente torpes si solo andan. Rebuscan algo entre la poca hierba que cubre el camping y no parecen tener sueño. Comprobado, no duermen por la noche. Durante toda la noche los oímos merodear cerca de nuestra furgoneta. Y al despertarnos, a la mañana siguiente, aún están allí.



Día 3: De Nitmiluk Park a Daly Waters
Mecánicos del Outback

Lo primero es lo primero, y antes que nada hay que solucionar el incómodo problema de la luz de motor roto encendida en el cuadro de luces de la Paqui. Volvemos a Katherine. Y de nuevo nos dirigimos al mecánico que localizamos ayer por la tarde. Y de nuevo el sitio parece desierto. Unas voces, un par de bocinas y aquí no aparece nadie. En general el norte de Australia es un sitio poco habitado pero esto pasa de castaño oscuro. Carles sale a investigar. Vuelve al rato, en la tienda de recambios para coches que hay al lado le han dicho que el mecánico lleva años cerrado. Evidentemente no se han molestado en quitar el cartel. Por suerte hay un par de mecánicos más en la 2nd Street (Andarán cortos de imaginación en esta ciudad porqué a la segunda calle que construyeron la llamaron la Segunda). Después de un césped esmeradamente cuidado está la entrada al primer mecánico de la Segunda calle. A mano derecha un barracón metálico sustenta orgullosos el letrero de: Oficinas. Entramos a preguntar, pero antes de poder siquiera explicar nuestro problema, las gafas ochentenas de una pelirroja de peluquería barata son debidamente ajustadas para pronunciar solemnemente la frase que nos quitará del medio: Estamos llenos, lo sentimos. Podéis probar en la puerta contigua, hay otro taller mecánico. Salimos del barracón de Oficinas del primer mecánico de la Segunda para entrar en el del segundo de la Segunda. Al lado, vamos. Esta vez las oficinas contiguas al taller son un lugar opaco regentado por un matrimonio mayor y muy del outback australiano. Ella viste pantaloncito corto y camisa y unas enormes botas de mecánico. lleva el pelo blanco anudado en una larga trenza y al vernos entrar se tensa y mira a su marido, vestido con un mono azul mecánico de arriba a bajo, que sustenta una caja de herramientas. Empezamos a describir lo que nos ha traído hasta allí pero no podemos acabar. Nos dicen, sin mirarnos, que no pueden ayudarnos. Que no, que no. ¡Pero si ni siquiera les hemos explicado cuál es el problema! Parece que por aquí los extranjeros no son muy bien recibidos.
Resolvemos dirigirnos al centro de visitantes a preguntar por un mecánico al que no le den miedo los forasteros. Nos atiende una mujer de ancha sonrisa (y anchas espaldas, y anchas caderas y anchas manos… una australiana, vamos). Que nos dice que a su marido le pasó lo mismo, se le encendió la luz de motor roto y al final… el final de la historia no lo entendemos porqué el acento australiano es incomprensible. De verdad, que empezamos a sospechar que no hablan inglés sino un idioma inventado para despistarnos. La mujer ancha nos marca en un mapa los mecánicos que, a su juicio, podrán ayudarnos en nuestro problema como ayudaron en su día a su marido. Y en el último de ellos encontramos la solución. Un señor sin dientes y con gorro de lana llama a voces a un chico muy rural que viste bermudas, camisa gris y naranja de mecánico y unas enormes botas. Parece dispuesto a ayudarnos. Mientras su padre nos pregunta por el tiempo. Le interesa especialmente si creemos que hace frío o calor.
-Calor- contestamos al unísono. Y él suelta una carcajada.
-No, no, ahora es invierno- nos aclara.
¿Invierno? ¡Pero si vas en pantalón corto! Su hijo ha revisado el motor y la electrónica del coche y concluye:
-Esto es solo una estúpida luz.
-Entonces, ¿no hay que preocuparse?
-Para nada.
Le hacemos caso, que el chico parece que sabe de lo que habla. Y salimos de nuevo a la carretera.  

Unas horas después el hambre nos hace parar en Mataranka y encontramos, por casualidad, Bitter Springs, una piscina termal de un color casi irreal en la que uno se mete y es arrastrado por la corriente en un divertido tour. Todo es natural, y eso es lo más curioso, que no se trata de una atracción acuática inventada por el hombre.

250 kilómetros al sur de Katherine topamos con un típiquísimo pub del outback australiano. El lugar está decorado de una forma de lo más curiosa. Carnets de todo tipo cubren la barra, en las paredes camisetas, chanclas, y todo lo que los viajeros han ido dejando a su paso. El pub, además, dispone de una zona de acampada donde nos quedamos a pasar la noche. Todas las noches hay espectáculo. Chilli es un típico australiano que hace chistes y canta canciones acerca del outback. Tiene un acento tan típico australiano que no entendemos nada. Nos vamos a dormir.


Día 4: De Daly Water a Las canicas del Diablo
Historias de carretera
La mañana no difiere mucho de las demás, desmontar camas, montar mesa, desayunar, fregar los cacharros, desmontar mesa y ya estamos de nuevo en la carretera.


A lo largo de la Stuart Highway hay episodios que se repiten, por ejemplo, es normal ver como a un lado de la carretera un pequeño incendio se ha originado de forma espontánea debido a lo seca que esta la vegetación. Se apaga sólo, cuando el arbusto en cuestión se consume entero y el fuego no encuentra por donde seguir. Otra escena que se repite a menudo es la de una bandada de pájaros en medio de la carretera que eleva el vuelo al oír acercarse un coche. Al hacerlo deja al descubierto su presa, normalmente un canguro atropellado previamente. Además hay costumbres que se deben observar, por ejemplo, al cruzarse con un coche que viene en dirección contraria hay que saludar, a parte del saludo tradicional (levantar una mano) se aceptan versiones como levantar los dedos índices del volante, o levantar el pulgar. Si se es muy efusivo se puede incluso sacar la mano por la ventana. Cuando uno se cruza con un coche con un cartel en el que se puede leer: Oversize es que detrás viene un camión que transporta algo muy grande, en bastantes ocasiones una casa. Sobretodo cerca de Adelaide, dónde el negocio de las casas prefabricadas parece estar en alza. A veces van dos camiones oversize seguidos, el segundo lleva la piscina.


Esta noche la carretera nos depara una agradable sorpresa, llega la hora de parar a dormir y buscamos en la guía una opción cercana y barata. 
-Aquí dice que junto a la carretera están las Canicas del Diablo, unas formaciones rocosas originadas por la erosión de lo que una vez fue lava.
-¿Pero hay camping?
Y como hay camping paramos, y nos encontramos con un peculiar paisaje de rocas redondas que a la luz del atardecer adquieren este rojo tan australiano que no decepciona nunca. 
Instalados en el camping con las Canicas del Diablo detrás decidimos hacer una tortilla de patatas a oscuras que acaba en revoltillo. De repente aparece una furgoneta como la nuestra, derrapa junto a nosotros, el chico salta del interior y monta la mesa, ella pone encima el camping gas, él corta verduras, y antes de que podamos reaccionar, ella se encuentra ante nosotros pidiéndonos aceite. ¡Y nosotros que hemos tardado una hora para hacer nuestro revoltillo! 


La noche cae sobre las Canicas del Diablo, aunque la luna está de nuestra parte e ilumina el lugar casi como lo haría el mismo sol. Mañana la Stuart Highway nos espera de nuevo y durante 4 días más. Pero eso ya será la Segunda Parte.

G&C



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1 comentario:

  1. Impresionant. Un relat fantàstic. Estic impacient per el següent capitol. Entre tant, moltes felicitats PRINCESA. Qui ens havia de dir el dia que vas neixer que dintre d'uns quants anys ho celebrries a Australia? Petons molt forts.
    Mami

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